sábado, 15 de noviembre de 2008

No somos más que Vencedores Vencidos...

Vencedores Vencidos

Y ahora tiro yo porque me toca
en este tiempo de plumaje blanco
de un mudo con tu voz,
de un ciego como yo,
vencedores vencidos.
Te has fugado. Me hago humo. Den la alarma.
Ensayo general para la farsa actual.
Teatro antidisturbios.
Se rompe loca mi anatomía
con el humor de los sobrevivientes
de un mudo con tu voz,
de un ciego como yo,
vencedores vencidos.
Leyendo diarios en un baño turco
empañando ray bans, mascando un hueso
tu perro, un perro cruel
con la costumbre de
no contentarse con los restos.
Ovejero que descansa en manto negro.
Ensayo general para la farsa actual.
Teatro antidisturbios.
En este rollo de monos de polvo
hemos perdido el rastro unos minutos.
Un par de monos más,
unos terrícolas,
vencedores vencidos.
Buena suerte y más que suerte sin alarma.
Me voy corriendo a ver que escribe en mi pared
la tribu de mi calle.
Buena suerte y más que suerte sin alarma.
Me voy corriendo a ver que escribe en mi pared
la tribu de tu calle. La banda de mi calle.

Letra: Carlos "Indio" Solari
(Patricio Rey y sus Rendoditos de Ricota)

"Y mientras, la naranja le hacía el amor a su durazno..."


Durazno sangrando 
Luis Alberto Spinetta
 
Temprano el durazno del árbol cayó
Su piel era rosa dorada del sol
Y al verse en la suerte de todo frutal
A la orilla de un río su fe lo hizo llegar
Dicen que en este valle
Los duraznos son de los duendes
 
Pasó cierto tiempo en el mismo lugar
Hasta que un buen día se puso a escuchar
Una melodía muy triste del sur
Que así le lloraba desde su interior: 
 
"Quién canta es tu carozo
Pues tu cuerpo al fin tiene un alma
 
Y si tu ser estalla
Será tu corazón el que sangre
 
Y la canción que escuchas
Tu cuerpo abrirá con el alba"
 
La brisa de enero a la orilla llegó
La noche del tiempo sus horas cumplió
Y al llegar el alba el carozo cantó
Partiendo al durazno que al río cayó
Y el durazno partido
Ya sangrando está bajo el agua

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Me dijo Idea que te dijera...

LO QUE SIENTO POR TI

Lo que siento por ti es tan difícil.
No es de rosas abriéndose en el aire,
es de rosas abriéndose en el agua.

Lo que siento por ti. Esto que rueda
o se quiebra con tantos gestos tuyos
o que con tus palabras despedazas
y que luego incorporas en un gesto
y me invade en las horas amarillas
y me deja una dulce sed doblada.

Lo que siento por ti, tan doloroso
como pobre luz de las estrellas
que llega dolorida y fatigada.

Lo que siento por ti, y que sin embargo
anda tanto que a veces no te llega.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

La culpa es de Julio...


Rayuela, Cap. 1 (fragmento)


"¿Encontraría a la Maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada se inscribía en el Pont des Arts, a veces andando de un lado a otro, a veces detenida en el pretil de hierro, inclinada sobre el agua. Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentrífico."


Sí. Realmente la culpa es de Cortázar, por haber creado a la Maga... No dudo en absoluto que después de una lectura, de un haber dejado huellas en el "Pont des Arts", de un haber encontrado a la Maga sin haberla buscado, comenzamos una vida consciente de encuentros y desencuentros, de soledades y compañías, de Magas que no se encuentran a veces en los puentes, de formas de amor que perjudican... ¿Cuántas Magas encontraremos o cuántas formas de amor perjudicial (pero exquisito)? Mientras haya (infinito) movimiento en las agujas del "infierno florido", habrá en ello muchas Magas... Y nunca coexistirán... No coexisten... La Maga es única para su Horacio... Pero hay muchas Magas para un Horacio y muchos Horacios para una Maga... y para el bebé Rocamadour tan extrañado... en fin, basta de no decir nada. Limitémonos a leer y releer, sería lo más saludable y perjudicial.

lunes, 27 de octubre de 2008

Una canción para aquella Maga-pretérito-perfecto-simple

Y sin embargo

De sobras sabes que eres la primera,
que no miento si juro que daría
por ti la vida entera,
por ti la vida entera;
y, sin embargo, un rato, cada día,
ya ves, te engañaría
con cualquiera,
te cambiaría por cualquiera.
Ni tan arrepentido ni encantado
de haberme conocido, lo confieso.
Tú que tanto has besado
tú que me has enseñado,
sabes mejor que yo que hasta los huesos
sólo calan los besos
que no has dado,
los labios del pecado.
Porque una casa sin ti es una emboscada,
el pasillo de un tren de madrugada,
un laberinto
sin luz ni vino tinto,
un velo de alquitrán en la mirada.
Y me envenenan los besos que voy dando
y, sin embargo, cuando
duermo sin ti contigo sueño,
y con todas si duermes a mi lado,
y si te vas me voy por los tejados
como un gato sin dueño
perdido en el pañuelo de amargura
que empaña sin mancharla tu hermosura.
No debería contarlo
y, sin embargo,
cuando pido la llave de un hotel
y a media noche encargo
un buen champán francés
y cena con velitas para dos,
siempre es con otra, amor,
nunca contigo,
bien sabes lo que digo.
Porque una casa sin ti es una oficina,
un teléfono ardiendo en la cabina,
una palmera
en el museo de cera,
un éxodo de oscuras golondrinas.
Y cuando vuelves hay fiesta en la cocina
y bailes sin orquesta
y ramos de rosas con espinas,
pero dos no es igual que uno más uno
y el lunes al café del desayuno
vuelve la guerra fría
y al cielo de tu boca el purgatorio
y al dormitorio
el pan de cada día.

Los idiotas: yo-y-aquella-Maga

El rocanrol de los idiotas



Yo no tenía ganas de reir,
tú reías para no llorar;
yo le guiñaba un ojo a mi nariz,
tú consolabas a tu soledad.
Yo sin ninguna escoba que vender,
tú con mil y una noches que olvidar;
a mí no me quería una mujer,
a ti se te moría una ciudad.
Tú habías perdido el último autobús,
a mí me habían hechado de otro bar;
los mismos alfileres de vudú,
el mismo cuento que termina mal.
Pero quiso el cielo
bautizar el suelo
con su gota a gota
y con champú de arena
para tu melena
de muñeca rota
y tu mirada azul
me dijo a cara o cruz
y mi alma de tahur
lo puso a doble o nada.
Y los peces de colores de mis botas
y tus marchitos zapatitos de tacón
locos por naufragar
salieron a bailar
al ritmo de la lluvia sobre las capotas
el rocanrol de los idiotas.
Yo no venía de ningún país,
tú ibas camino de cualquier lugar;
conmigo no contaba el porvenir,
de ti no se acordaba el verbo "amar".
Yo no jugaba para no perder,
tú hacias trampas para no ganar;
yo no rezaba para no creer,
tú no besabas para no soñar.
Y sin equívocos de vodevil
ni alertas rojas en el corazón
el dios de la tormenta quiso abrir
la caja de los truenos y tronó,
porque quiso el cielo
acariciar el suelo
con su gota a gota
y con champú de arena
para tu melena
de muñeca rota.
Qué disparate de
partida de ajedrez
con un partenaire
adicta al jaque mate.
Y tu bolso como un nido de gaviotas
y mi futuro con pan duro en el cajón
locos por naufragar
salieron a bailar
al ritmo de la lluvia sobre las capotas
el rocanrol de los idiotas.
Capeando el temporal
salieron a bailar
como dos locos bajo el chaparrón de notas
del rocanrol de los idiotas.
El rocanrol,
el rocanrol de los idiotas.
Como tu y como yo.
El rocanrol de los idiotas.
Se marcó la calle
con aquel detalle
de dejarnos solos.
El rocanrol de los idiotas.

martes, 21 de octubre de 2008


La Muerte y la música: una lectura desde el pesimismo en Carnívora[1]

La muerte es el genio inspirador, el musagetes de la filosofía... Sin ella difícilmente se hubiera filosofado.

Arthur Schopenhauer

El hecho de que seamos seres relativamente conscientes de nuestra existencia, tomando este último término en el sentido del Dasein heideggeriano [el ser-ahí], es decir, individuos situados en un tiempo y espacio determinados, no podemos evitar aproximarnos al intento de pensar el acontecimiento inevitable de la muerte. Y cuando escribo aproximarnos al intento de pensar no hago más que remitirme a la concepción heideggeriana de pensamiento. Martin Heidegger afirma que para alcanzar el pensamiento, primero tenemos que aceptar que no sabemos pensar y que, por lo tanto, debemos aprender a hacerlo; según este autor, en realidad, creemos tener la certeza de que pensamos las cosas cuando aun no sabemos pensarlas; dice Heidegger: “Lo pensado es lo dotado de recuerdo por el hecho de que nosotros tendemos a ello. Solamente si tendemos a aquello que es en sí lo que ha de ser pensado, somos capaces de pensar.” (1958: 9-10). Más adelante agrega que “La causa estará presumiblemente en que los hombres no nos hemos dirigido todavía en grado suficiente a lo que exige ser meditado (…), el hecho de que todavía no pensamos no sería más que (…) una negligencia por parte del hombre.” (1958: 10). Es entonces por dicha concepción que decimos que no pensamos la muerte. El ser humano se ve fuertemente afectado, sicológica y espiritualmente, en el momento en que se hace consciente de su propio destino final, de su muerte. El sentido del misterio que implica pensar [y aceptar] tal acontecimiento, y dicho sea de paso que es tan natural como el mismo nacimiento, conduce al individuo a crearse determinadas estructuras mentales, en las que el pavor al cese de sus sentidos vitales provoca un significativo rechazo a la idea de considerar la muerte como parte de la propia vida, y por consiguiente, nos estaríamos negando al acto de pensarla, a ser concientes de su existencia, es decir, estaríamos negando, de alguna manera, aquello que dijo en algún momento Stendhal (seudónimo de Marie Henri Beyle, 1783-1842): “Si la muerte es inevitable, olvidémosla”; considero necesario, por temor a la sobreinterpretación, aclarar que la enunciación del novelista francés, según mi lectura, apunta a que luego de habernos dedicado a reflexionar sobre nuestra propia muerte y así ser conscientes de ella, habituándonos a su inminente existencia como eventualidad inevitable, sería recién el momento en que tendríamos la posibilidad de olvidarla. Hasta aquí, no hemos hecho más que llegar a la conclusión de que para los individuos la muerte es un acontecimiento execrablemente inevitable que implica la nada, la náusea, un dejar de vivir, alejado de toda certeza, investido de gran incertidumbre y misterio, provocando, en consecuencia, un íntimo temor y angustia frente al acto de pensar dicha eventualidad.

Dicho esto, sería ya tiempo de intentar profundizar en cuanto a la temática en cuestión (la muerte), pero no como un fenómeno [ontológicamente] en sí mismo, sino como hilo conductor, como eje temático, en el corte discográfico titulado “Carnívora” (2005) producido por Mástifal (banda de estilo thrash-death metal, surgida en noviembre del año 1995 en la ciudad de Colón-Entre Ríos, Argentina). Como mera aclaración: el nombre que lleva dicho grupo musical [Mástifal] fue extraído de Dictionnaire Infernal (1818), del francés Jacques Collin de Plancy, y significa Príncipe de los demonios.

Ahora bien, yendo a la Antigüedad, a la Grecia Clásica, Platón opina que el hombre vulgar tiende a aferrarse a la vida, dado que en ella encuentra todos aquellos placeres físicos que de algún modo le satisfacen, olvidándose casi de su alma, y se atemoriza y angustia al hacerse consciente de su finitud ya que será ésta la que le despojará de las cosas que [cree] querer y, en consecuencia, le son gratas[2]. Es en este sentido que decimos que el hecho de admitir nuestra muerte, acarrea un cambio radical en el significado que pueda tener la vida para nosotros; es decir, cuando logramos aceptar que somos seres arrojados al mundo con la finalidad última de perecer frente al paso del tiempo, nuestra cosmovisión adquiere ciertos matices o transformaciones, ya sea tendiendo al pesimismo o a su contrario. El siguiente ejemplo manifiesta claramente una lectura del mundo teñida de pesimismo y perversión, nacida, de hecho, de una agnición aristotélica (pasaje de la ignorancia al conocimiento) en que comenzamos a concebir la muerte como próxima e inevitable eventualidad:

Eres temor en la conciencia (…)

Suspira la vida en tu eterna agonía,
deceso uniformado en cuerpo humano (…)

Muerte, amo de las horas.
Muerte, clamas defunción.
Súbdito de tu juicio
todo ser nacerá (...)

Te vistes de humanidad, hambre, pobreza y crueldad.

[“Amo de las horas”]

Desde esta perspectiva, si hablamos de agnición, también podríamos hablar de peripecia [aristotélica], dado que al momento del pasaje de la ignorancia al conocimiento, o mejor, de la concientización de nuestro carácter finito, el sentido de las acciones de nuestra vida necesariamente cambiaría, donde tendríamos que comenzar a soportar el peso [obsesivo] de estar vivos para la muerte:

No soporto la presión resistiendo este tormento.
Brota en mí ya sin control una malsana obsesión.

[Culto Vacío Radical”]

El francés Jean-Pierre Vernant, en su libro “El individuo, la muerte y el amor en la Antigua Grecia[3], plantea que el concepto griego de muerte refiere, en principio, a una muerte con dos caras; por un lado, la muerte como ideal, es decir, el acontecimiento del morir como una legitimación del héroe para que sea socialmente rememorado y permanecer en el mundo de los vivos más allá de su desaparición física; por otro, la muerte como un hecho extremadamente horroroso y despreciable, terroríficamente realista; estos dos aspectos no se contraponen, sino que uno es en función del otro; la muerte, al ser, desde un punto de vista realista, un acontecimiento espantoso que atemoriza y angustia al individuo, es de algún modo invertida desde otra perspectiva que la convierte en un ideal heroico, quitándole, o mejor, velando su lado más aterrador. “Cuando el texto épico plantea, frente a la bella muerte del joven guerrero heroicamente caído en el ardor de la lucha y en la flor de la juventud, la horrible muerte de un anciano indefenso degollado como si fuera una bestia o cuando en contraste con el admirable cadáver del héroe (…) en el que «todo es belleza» nos muestra otros cuerpos irreconocibles por el ensañamiento con que han sido ultrajados, desfigurados, mutilados, cortados en pedazos” (2001: 84); y más adelante agrega: “Lejos de negar la realidad de la muerte, la construcción del ideal parte de la realidad y se apoya en ella tal como es, pretendiendo sobrepasarla recurriendo a cierto cambio de perspectiva, invirtiendo los elementos que componen el problema” (2001: 85). En uno de los textos de las canciones pertenecientes a “Carnívora” [“Culto vacío radical”], podemos leer lo siguiente:

Glorificado en tu barro te declamas tan sublime…

Si bien Vernant indica que tenemos la posibilidad de ver la muerte como un ideal (sin olvidar que se remite a la Antigua Grecia), no obstante, ésta no deja de ser, situada en la realidad cotidiana, un acontecimiento horripilante, que promulga miedo, y que, por esto mismo, conduce al individuo a revertir su aspecto cruel, a invertir sus elementos por necesidad; el ejemplo citado hace referencia al hombre, que, ocultando su temor a morir, se preocupa por mostrarse glorificado, sublime frente al mundo [y la vida], pero no puede escapar nunca de su barro, de su mortuorio destino, en el que se está hundiendo desde su nacimiento. De la idea en la que el individuo busca rechazar su muerte, se desprenden sus vanas ansias de inmortalidad, y su desesperada [y enloquecida] evocación y ruego a aquellas supuestas deidades que le puedan satisfacer dicho deseo:

Ocultos deseos de inmortalidad
evocan dioses dementes.

[“El abismo de la locura”]

Por otra parte, Griselda Urquidi, en un estudio titulado “En torno al ser para la muerte en Heidegger, Lévinas y Sartre”, plantea, remitiéndose a estos autores, que la vida es padecimiento y pesadumbre, que no es más que el preámbulo para el inexorable acontecimiento en el que no sólo se da el cese de los sentidos vitales, sino además, junto a ello, la muerte de los sueños, de los objetivos y de los ideales. Ahora bien, esta perspectiva, indica de algún modo que nuestra vida es una sucesión de acciones que ciertamente nos definen como individuos en el transcurso del tiempo, convirtiéndose ese transcurso en padecimiento, sufrimiento que nos marca fuertemente al momento en que llegamos a ser concientes de que fuimos arrojados al mundo y que vivimos en una soledad desesperada y, por consiguiente, angustiante. Léanse los siguientes ejemplos:

Quedan las marcas de un mundo terrenal
creado para lidiar erguido hasta el final.

[“Más allá de la razón”]

sin ver el tiempo muriendo un poco más hoy,
sin ley, sin dios, vacío de fe, en el dolor.

[“Bajo la cruz del odio”]

Claramente se puede observar en estos fragmentos lo recientemente enunciado, es decir, hemos sido arrojados al mundo terrenal, donde estamos abandonados, sin ley, sin dios, en el dolor, y por esto desesperados, hecho que nos lleva, sin duda, a una búsqueda y a una lucha constante, a lidiar erguido hasta el final, tratando así de apaliar la angustia que ello implica. Si nos hallamos, entonces, en plena soledad en el mundo, no tiene sentido alguno que intentemos negar el abandono inexorable, ya sea por medio de la creación de deidades o de un aferrarse a doctrinas religiosas ya establecidas:

Olvidado en suelos muertos gritas, tus plegarias nadie oirá.

[Síndrome de supremacía]

Cataldo Sanguinetti[4] cita a Jean-Paul Sartre, discípulo de Martin Heidegger, quien afirma en su libro “El ser y la nada”, en oposición a su maestro, que de ningún modo podríamos hablar de muerte libre, dado que la muerte es un hecho que nos viene desde afuera y que además nos transforma en un afuera; en otros términos, estamos condenados inexorablemente a la muerte. No obstante, no debemos perder de vista que lo que Heidegger quiso decir con la idea de libertad para la muerte, no reproducía exactamente lo criticado por Sartre. No se trata entonces de una voluntad en pro de dominar el acontecimiento de la muerte, sino por el contrario, dejarla ser en libertad como la última posibilidad del hombre. En este sentido, el próximo ejemplo manifiesta, de alguna manera, lo afirmado por Heidegger:

Se abre tu piel denegando límites.

[“El abismo de la locura”]

A simple vista, dicho fragmento quizá sea poco elocuente, pero si tenemos en cuenta que la muerte es un hecho inevitable y que, en consecuencia, requiere una actitud en la que el individuo se abre en libertad hacia su proximidad como posibilidad, es fácil comprender que el hecho de ser hombres abandonados y responsables de y en este mundo implica de alguna manera denegar límites, despojarnos de esta nada que nos limita, nos desespera y nos angustia.

Finalmente, el concepto de la muerte que atraviesa, como pudimos comprobar, el corte discográfico “Carnívora”, o mejor, la epifanía que vemos en el mismo, está significativamente investida de una cosmovisión en la que el mundo no es más que un sitio donde el hombre nace [abandonado, en íntima soledad] y desde entonces comienza a morir; una visión que tildaríamos de pesimista y perversa [pero que no por ello rechazaríamos, dado que es una posible lectura del mundo]; una postura que, más allá de la idea en la que vivimos sin ley, sin dios, vacío de fe, en el dolor, no se entrega mientras los sentidos vitales no desfallezcan, y podamos, de algún modo, lidiar erguidos hasta el final.

BIBLIOGRAFÍA

- PLATÓN, Diálogos – Fedón o de la inmortalidad del alma, Espasa Calpe Argentina S. A., Buenos Aires, 1966.

- VERNANT, JEAN-PIERRE, El individuo, la muerte y el amor en la Antigua Grecia, Ed. Paidós Ibérica S. A., Barcelona, España, 2001.

- HEIDEGGER, MARTIN, ¿Qué significa pensar?, Ed. NOVA, Argentina, 1958.

- URQUIDI, GRISELDA, En torno al ser para la muerte en Heidegger, Lévinas y Sartre, extraído de Espéculo. Revista de estudios literarios.

- CATALDO SANGUINETTI, GUSTAVO, Muerte y libertad en Martin Heidegger, extraído de REVISTA PHILOSOPHICA Nº 26 (2003) Instituto de Filosofía Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.

- Textos de las canciones y datos de Mástifal en general, extraídos de www.mastifal.com.ar


[1] Corte discográfico producido en el año 2005 por el grupo musical Mástifal.

[2]Fedón o de la inmortalidad del alma, Diálogos, Platón, Espasa Calpe Argentina S. A., Buenos Aires, 1966, pág. 10.

[3] Ed. Paidós S. A., Barcelona-España, 2001.

[4] Gustavo Cataldo Sanguinetti, Muerte Y Libertad En Martín Heidegger, REVISTA PHILOSOPHICA Nº 26 (2003) Instituto de Filosofía Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.

miércoles, 15 de octubre de 2008

Onetti... El Pozo

"Lo curioso es que, si alguien dijera de mi que soy “un soñador”, me daría fastidio. Es absurdo. He vivido como cualquiera o más. Si hoy quiero hablar de los sueños, no es porque no tenga otra cosa que contar. Es porque se me da la gana, simplemente."

Rilke dice...

Poseo himnos que silencio.

Hay un ser que se ha erguido

en el cual mi espíritu yo inclino:

tú me ves grande y soy pequeño.





El tiempo es como un borde ajado

en la página de un libro.

Es la brillante vestidura

que Dios ha reprobado,

cuando Él, que fue siempre la profundidad,

se fatigó del vuelo

y se ocultó delante de cada año,

hasta que su cabellera de raíces

creció a través de las cosas.

Tabaquería (Fernando Pessoa)

Tabaquería

No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo.

Ventanas de mi cuarto,
de mi cuarto de uno de los millones de gente que nadie sabe quién es
(y si supiesen quién es, ¿qué sabrían?),
dais al misterio de una calle constantemente cruzada por la gente,
a una calle inaccesible a todos los pensamientos,
real, imposiblemente real, evidente, desconocidamente evidente,
con el misterio de las cosas por lo bajo de las piedras y los seres,
con la muerte poniendo humedad en las paredes y cabellos blancos en los hombres,
con el Destino conduciendo el carro de todo por la carretera de nada.

Hoy estoy vencido, como si supiera la verdad.
Hoy estoy lúcido, como si estuviese a punto de morirme
y no tuviese otra fraternidad con las cosas
que una despedida, volviéndose esta casa y este lado de la calle
la fila de vagones de un tren, y una partida pintada
desde dentro de mi cabeza,
y una sacudida de mis nervios y un crujir de huesos a la ida.

Hoy me siento perplejo, como quien ha pensado y opinado y olvidado.
Hoy estoy dividido entre la lealtad que le debo
a la tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por fuera,
y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.

He fracasado en todo.
Como no me hice ningún propósito, quizá todo no fuese nada.
El aprendizaje que me impartieron,
me apeé por la ventana de las traseras de la casa.
Me fui al campo con grandes proyectos.
Pero sólo encontré allí hierbas y árboles,
y cuando había gente era igual que la otra.
Me aparto de la ventana, me siento en una silla. ¿En qué voy a pensar?
¿Qué sé yo del que seré, yo que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? Pero ¡pienso ser tantas cosas!
¡Y hay tantos que piensan ser lo mismo que no puede haber tantos!
¿Un genio? En este momento
cien mil cerebros se juzgan en sueños genios como yo,
y la historia no distinguirá, ¿quién sabe?, ni a uno,
ni habrá sino estiércol de tantas conquistas futuras.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay locos perdidos con tantas convicciones!
Yo, que no tengo ninguna convicción, ¿soy más convincente o menos convincente?

No, ni en mí...
¿En cuántas buhardillas y no buhardillas del mundo
no hay en estos momentos genios-para-sí-mismos soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas
-sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas-,
y quién sabe si realizables, no verán nunca la luz del sol verdadero
ni encontrarán quien les preste oídos?
El mundo es para quien nace para conquistarlo
y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga razón.
He soñado más que lo que hizo Napoleón.
He estrechado contra el pecho hipotético más humanidades que Cristo,
he pensado en secreto filosofías que ningún Kant ha escrito.
Pero soy, y quizá lo sea siempre, el de la buhardilla,
aunque no viva en ella;
seré siempre el que no ha nacido para eso;
seré siempre el que tenía condiciones;
seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta al pie de una pared sin puerta
y cantó la canción del Infinito en un gallinero,
y oyó la voz de Dios en un pozo tapado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Derrámame la naturaleza sobre mi cabeza ardiente
su sol, su lluvia, el viento que tropieza en mi cabello,
y lo demás que venga si viene, o tiene que venir, o que no venga.
Esclavos cardíacos de las estrellas,
conquistamos el mundo entero antes de levantarnos de la cama;
pero nos despertamos y es opaco,
nos levantamos y es ajeno,
salimos de casa y es la tierra entera,
y el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido.

(¡Come chocolatinas, pequeña,
come chocolatinas!
Mira que no hay más metafísica en el mundo que las chocolatinas,
mira que todas las religiones no enseñan más que la confitería.
¡Come, pequeña sucia, come!
¡Ojalá comiese yo chocolatinas con la misma verdad con que comes!
Pero yo pienso, y al quitarles la platilla, que es de papel de estaño,
lo tiro todo al suelo, lo mismo que he tirado la vida.)

Pero por lo menos queda de la amargura de lo que nunca seré
la caligrafía rápida de estos versos,
pórtico partido hacia lo Imposible.
Pero por lo menos me consagro a mí mismo un desprecio sin lágrimas,
noble, al menos, en el gesto amplio con que tiro
la ropa sucia que soy, sin un papel, para el transcurrir de las cosas,
y me quedo en casa sin camisa.

(Tú, que consuelas, que no existes y por eso consuelas,
o diosa griega, concebida como una estatua que estuviese viva,
o patricia romana, imposiblemente noble y nefasta,
o princesa de trovadores, gentilísima y disimulada,
o marquesa del siglo dieciocho, descotada y lejana,
o meretriz célebre de los tiempos de nuestros padres,
o no sé qué moderno -no me imagino bien qué-,
todo esto, sea lo que sea, lo que seas, ¡si puede inspirar, que inspire!
Mi corazón es un cubo vaciado.
Como invocan espíritus los que invocan espíritus, me invoco
a mí mismo y no encuentro nada.
Me acerco a la ventana y veo la calle con absoluta claridad,
veo las tiendas, veo las aceras, veo los coches que pasan,
veo a los entes vivos vestidos que se cruzan,
veo a los perros que también existen,
y todo esto me pesa como una condena al destierro,
y todo esto es extranjero, como todo.)

He vivido, estudiado, amado, y hasta creído,
y hoy no hay un mendigo al que no envidie sólo por no ser yo.
Miro los andrajos de cada uno y las llagas y la mentira,
y pienso: puede que nunca hayas vivido, ni estudiado, ni amado ni creído
(porque es posible crear la realidad de todo eso sin hacer nada de eso);
puede que hayas existido tan sólo, como un lagarto al que cortan el rabo
y que es un rabo, más acá del lagarto, removidamente.

He hecho de mí lo que no sabía,
y lo que podía hacer de mí no lo he hecho.
El disfraz que me puse estaba equivocado.
Me conocieron enseguida como quien no era y no lo desmentí, y me perdí.
Cuando quise quitarme el antifaz,
lo tenía pegado a la cara.
Cuando me lo quité y me miré en el espejo,
ya había envejecido.
Estaba borracho, no sabía llevar el dominó que no me había quitado.
Tiré el antifaz y me dormí en el vestuario
como un perro tolerado por la gerencia
por ser inofensivo
y voy a escribir esta historia para demostrar que soy sublime.

Esencia musical de mis versos inútiles,
ojalá pudiera encontrarme como algo que hubiese hecho,
y no me quedase siempre enfrente de la tabaquería de enfrente,
pisoteando la conciencia de estar existiendo
como una alfombra en la que tropieza un borracho
o una estera que robaron los gitanos y no valía nada.

Pero el propietario de la tabaquería ha asomado por la puerta y se ha quedado a la puerta.
Le miro con incomodidad en la cabeza apenas vuelta,
y con la incomodidad del alma que está comprendiendo mal.
Morirá él y moriré yo.
Él dejará la muestra y yo dejaré versos.
En determinado momento morirá también la muestra, y los versos también.
Después de ese momento, morirá la calle donde estuvo la muestra,
y la lengua en que fueron escritos los versos,
morirá después el planeta girador en que sucedió todo esto.
En otros satélites de otros sistemas cualesquiera algo así como gente
continuará haciendo cosas semejantes a versos y viviendo debajo de cosas semejantes a muestras,
siempre una cosa enfrente de la otra,
siempre una cosa tan inútil como la otra,
siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
siempre el misterio del fondo tan verdadero como el sueño del misterio de la superficie,
siempre esto o siempre otra cosa o ni una cosa ni la otra.

Pero un hombre ha entrado en la tabaquería (¿a comprar tabaco?),
y la realidad plausible cae de repente encima de mí.
Me incorporo a medias con energía, convencido, humano,
y voy a tratar de escribir estos versos en los que digo lo contrario.
Enciendo un cigarrillo al pensar en escribirlos
y saboreo en el cigarrillo la liberación de todos los pensamientos.
Sigo al humo como a una ruta propia,
y disfruto, en un momento sensitivo y competente,
la liberación de todas las especulaciones
y la conciencia de que la metafísica es una consecuencia de encontrarse indispuesto.

Después me echo para atrás en la silla
y continúo fumando.
Mientras me lo conceda el destino seguiré fumando.
(Si me casase con la hija de mi lavandera
a lo mejor sería feliz.)
Visto lo cual, me levanto de la silla. Me voy a la ventana.

El hombre ha salido de la tabaquería (¿metiéndose el cambio en el bolsillo de los pantalones?).
Ah, le conozco: es el Esteves sin metafísica.
(El propietario de la tabaquería ha llegado a la puerta.)
Como por una inspiración divina, Esteves se ha vuelto y me ha visto.
Me ha dicho adiós con la mano, le he gritado ¡Adiós, Esteves! , y el Universo
se me reconstruye sin ideales ni esperanza, y el propietario de la tabaquería se ha sonreído.

Ricardo Reis el pessoano

Sólo esta libertad nos conceden
los dioses: someternos
a su dominio por voluntad nuestra.
Mejor hacerlo así
pues sólo en la ilusión de libertad
la libertad existe.
No otra forma los dioses, sobre quienes
el eterno hado pesa,
usan para su calmo y poseído
convencimiento antiguo
de que divina y libre es su vida.
Nosotros, imitando a los dioses,
tan poco libres como ellos en su Olimpo
como quien en la arena
alza castillos para usar los ojos,
alcemos nuestra vida
y los dioses sabrán agradecernos
el ser tanto como ellos.

El otro, el mismo: Jorge Luis Borges

1964

I
Ya no es mágico el mundo. Te han dejado.
Ya no compartirás la clara luna
ni los lentos jardines. Ya no hay una
luna que no sea espejo del pasado,
cristal de soledad, sol de agonías.
Adiós las mutuas manos y las sienes
que acercaba el amor. Hoy sólo tienes
la fiel memoria y los desiertos días.
Nadie pierde (repites vanamente)
sino lo que no tiene y no ha tenido
nunca, pero no basta ser valiente
para aprender el arte del olvido.
Un símbolo, una rosa, te desgarra
y te puede matar una guitarra.

II
Ya no seré feliz. Tal vez no importa.
Hay tantas otras cosas en el mundo;
un instante cualquiera es más profundo
y diverso que el mar. La vida es corta
y aunque las horas son tan largas, una
oscura maravilla nos acecha,
la muerte, ese otro mar, esa otra flecha
que nos libra del sol y de la luna
y del amor. La dicha que me diste
y me quitaste debe ser borrada;
lo que era todo tiene que ser nada.
Sólo me queda el goce de estar triste,
esa vana costumbre que me inclina
al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina.

Constantino Kavafis, un griego

CUANTO PUEDAS

Y si no puedes hacer tu vida como la quieres,
en esto esfuérzate al menos
cuanto puedas: no la envilezcas
en el contacto excesivo con la gente,
en demasiados trajines y conversaciones.

No la envilezcas llevándola,
trayéndola a menudo y exponiéndola
a la torpeza cotidiana
de las compañías y las relaciones,
hasta que llegue a ser pesada como una extraña.

Don Lorca...y su Poeta en Nueva York

Vuelta de paseo

Asesinado por el cielo,
entre las formas que van hacia la sierpe
y las formas que buscan el cristal,
dejaré crecer mis cabellos.

Con el árbol de muñones que no canta
y el niño con el blanco rostro de huevo.

Con los animalitos de cabeza rota
y el agua harapienta de los pies secos.

Con todo lo que tiene cansancio sordomudo
y mariposa ahogada en el tintero.

Tropezando con mi rostro distinto de cada día.
¡Asesinado por el cielo!