lunes, 10 de agosto de 2009

Ahora duerme...

YO SUICIDÉ A UNA ROSA/MUCHACHA

La luna

en su locura de espejo empañado

esclaviza mis deseos

y los arrastra hasta ponerlos

de rodillas frente a esa rosa

que me miraba

que le gustaba mirar

mientras

fálicamente yo le acariciaba

el interior de su boca sin dientes ni lengua ni palabras.



Fornicio. Abrías las piernas, rosa, tus encendidos pétalos, hacia la pequeña muerte.

Pequeño túnel humedecido donde [(yo)] moría eternamente por unos pocos segundos.


Nadie entiende

nadie puede entender

la lengua de los disfraces desnudos

del sexo de los que yo veía todas las noches

en verano, cuando ya estaba más solo y miraba la luna

y volvía a palpar con imaginarios labios

tu vaginal saliva

ahora en decadencia entre mis dientes.


Sé que nadie va a escucharme. Ella se suicidó en mí.

Yo dejé que lo hiciera, que clavara sus espinas inadvertidas

y me quedé vivo tragando mares de frágiles gemidos

que se resquebrajan bajo el fuerte golpe de la estupidez de una lágrima

que se escapa rebelde del ojo [por]que ya no va a verla

con su delicado inflamable disfraz de íntima putita

o su témpano despreciable de flor desengañada.

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