lunes, 4 de enero de 2010

...a los críticos de arte a kAgar de nuestra parte!

Julio Inverso en la alta noche:

Ausencia, desesperación

[y algunos adverbios]


“…otra noche solo

el silencio crece como una ola…”

JULIO INVERSO, Milibares de la tormenta

En el principio es la completud, el bienestar, la plenitud, la integridad, la inconciencia, el instinto, y cuando digo “principio” digo vientre materno, es decir, vida previa al alumbramiento, previa al comienzo del ciclo de insuperable soledad que se cierra en la muerte. Luego del nacimiento el individuo experimenta una crisis constante, una ruptura con esa [óptima] atmósfera “in útero” conduciéndolo al estado de abandono, incompletud, precariedad, necesidad. Necesidad, ¿de qué? Quizá necesidad del Otro, del que está afuera y constituye, de algún modo, la totalidad de lo que se ha denominado Humanidad. El ser humano, entonces, consciente ya de su soledad, intenta de una u otra forma superar su separación con respecto a la alteridad, a lo que está fuera de él mismo o, mejor, lo que cree que está fuera de él mismo.

Leamos el siguiente poema de Julio Inverso, perteneciente al libro Milibares de la Tormenta:

en la alta noche

cuando los aullidos de los perros se prolongan

como filamentos

cuando los espejos se cierran

dejando paso a tardíos fantasmas

cuando el reloj percute como un tambor enlutado

salgo dejando la casa sola

la partitura en el piano

mis zapatos más tristes que dos botes

que se mecen en la orilla

y recorro esta calle hasta el fin

buscándote

De la lectura activa del poema se desprende la sensación insuperable de la ausencia, concepto que, en relación a su consecuente desesperación, pretendo abordar, recurriendo para ello, entre tanto, al papel que juegan aquí algunos adverbios.

Decíamos que la ruptura o el colapso de la completud original del ser es la principal causa de la soledad y del sentimiento de soledad [es necesaria dicha aclaración dado que no es la misma cosa ser solo que sentirse solo]. A partir de ese momento, el individuo se preocupa y ocupa en buscar una ilusión, una esperanza, una convicción que lo conduzca a creer en la posibilidad de satisfacer sus principales necesidades existenciales. Así, el ser se proyecta hacia un devenir supuestamente favorable con respecto a la superación de su separatidad, de su sentimiento de abandono y de soledad.

He aquí que en el poema hay un “yo” que se identifica con “la alta noche”, que vive y busca (“buscándote”) en “la alta noche”: “en la alta noche / cuando los aullidos de los perros se prolongan / como filamentos…” Precisamente, la noche, “la alta noche”, es el momento “cuando…”, es el tiempo en que este “yo” se manifiesta como consecuencia de su desesperación, de su sufrida conciencia por la ausencia aparentemente del ser amado. El adverbio relativo “cuando”, en este caso, es un indicador que sugiere una atmósfera o un entorno fecundo para la angustia que es producto de la separatidad, dado que el sintagma que lo sigue, “los aullidos de los perros” o “los espejos se cierran dando paso a tardíos fantasmas”, así lo confirma. Pero antes de profundizar en ello, sería necesario aclarar, en cierta medida, para favorecer la comprensión y potenciar la construcción del significado, a qué nos referimos con el concepto de adverbio.

Según señala César Hernández Alonso, “el adverbio es una categoría o clase de palabras muy heterogénea, generalmente con función de término adyacente del sintagma verbal. Las unidades que se incluyen en ella son tan complejas que casi se puede afirmar con Mc Williams que es adverbio lo que no es sustantivo, adjetivo ni verbo”[1] Lo enunciado es un motivo por el cual el presente abordaje se complejiza. De todos modos, sólo centraré mi atención en algunos de ellos: “cuando”, “como” y “hasta”, en pro de la elaboración de una interpretación integral. “Como” y “cuando” son adverbios relativos exclamativos que, según Di Tullio, “comparten con los pronombres del mismo tipo su pertenencia a clases cerradas y algunos comportamientos como la posición inicial en la cláusula”[2], y así lo plantea Hernández Alonso: “(…) siempre van delante [de la oración][3] los que la matizan cambiando su forma y aun pueden ser sus enlaces o transpositores (interrogativos, exclamativos…).”[4] En el caso del adverbio “cuando”, la anterior afirmación se comprueba en el poema de Inverso

cuando los aullidos de los perros se prolongan

como filamentos

cuando los espejos se cierran

dejando paso a tardíos fantasmas

cuando el reloj percute como un tambor enlutado”

Este “cuando” designa el quiebre, la ruptura, o el momento más propicio, para la acción que sea necesario llevar adelante en el intento de liberación de la crueldad de una existencia consciente sí misma; es la instancia en la que el “yo” del poema busca llenar su vacío, superar la ausencia que se hace presencia por medio de la búsqueda. Busca un espacio donde encontrar y encontrarse, un lugar para sí donde exista la posibilidad de sentirse pleno, un espacio para estar consigo mismo y resolver sus conflictos internos. Desde Roland Barthes podemos asimilar lo recién enunciado con la figura “Abismarse”, a la que define como “ataque de anonadamiento que se apodera del sujeto amoroso, por desesperación o plenitud”[5], y más adelante enuncia: “cuando me ocurre abismarme así es porque no hay más lugar para mí en ninguna parte, ni siquiera en la muerte. La imagen del otro —a la que me adhería, de la que vivía— ya no existe; tan pronto es una catástrofe (fútil) la que parece alejarla para siempre, tan pronto es una felicidad la que me hace reencontrarla; de todas maneras, separado o disuelto, no soy acogido en ninguna parte; enfrente, ni yo, ni tú, ni muerte, nadie más a quien hablar.[6] Si hablamos entonces del amor cabe destacar que “es un instinto de posesión del objeto, un querer”[7], como señala Octavio Paz. O como ha escrito Miguel De Unamuno, “es el amor (…) lo más trágico que en el mundo y en la vida hay; es el amor hijo del engaño y padre del desengaño; es el amor el consuelo en el desconsuelo, es la única medicina contra la muerte, siendo como es de ella hermana.”[8] El yo-poético sale al viaje nocturno (“en la alta noche”) de vuelta a su origen, a su “bien original”, a su “semilla”, donde siente, se identifica y vive su libertad, es decir, su plenitud, su integridad, su totalidad, la unidad que lo conforma. Es lo que el mismo Paz denomina “nostalgia de nuestro origen”, definiendo tal concepto como “oscuro movimiento del hombre hacia su raíz, hacia su propio nacimiento.”[9]

Atendamos a lo siguiente: “cuando el reloj percute como un tambor enlutado”. Si seguimos el hilo isotópico del estado trágico del individuo consciente de estar abandonado, sólo, angustiado, desesperado, podemos comprender que el entorno que lo rodea y abruma tiene rasgos emparentados a la desolación, al paso irrefutable del tiempo y su tarea de aproximarnos hasta llegar a la muerte; “el reloj percute”, golpea, y de algún modo hiere “como un tambor enlutado”. El “como” que aquí se presenta es un adverbio relativo[10] que según Hernández Alonso “no son más que meras conjunciones con función de transpositores o relatores.”[11] Este es un “como” que media entre el tiempo y la muerte, sugiere la relación [sintáctico-semántico-pragmática] irreductible entre tiempo y muerte; su función de transpositor se concreta en la comparación entre el “reloj” que “percute” y el “tambor enlutado”. Estos elementos poéticos vinculados a la función sintáctica del adverbio “como” dan al lector la posibilidad de construir imaginariamente un mundo nocturno, decadente, pérfido, pernicioso, de luto, en el que el yo-poético se manifiesta consciente, dolorido, angustiado, desesperado, y no espera el regreso de nada sino que sale en búsqueda de lo que pueda satisfacer, en cierta medida, su necesidad existencial; un intento de superación de su separatidad: “y recorro esta calle hasta el fin / buscándote”. Ha señalado Erich Fromm que “la vivencia de la separatidad provoca angustia; es, por cierto, la fuente de toda angustia. Estar separado significa estar aislado, sin posibilidad alguna para utilizar mis poderes humanos. De ahí que estar separado signifique estar desvalido, ser incapaz de aferrar el mundo —las cosas y las personas— activamente; significa que el mundo pueda invadirme sin que yo pueda reaccionar. Así, pues, la separatidad es la fuente de una intensa angustia.”[12]

Por esta misma causa, por el sentimiento de aislamiento, de abandono, de separación, porque “los espejos se cierran / dejando paso a tardíos fantasmas”, el yo-poético sale de su casa, o quizá sale de su inmovilidad, para buscar, para llegar “hasta el fin”. Sale, desesperado, y recorre la calle hasta el fin. El sitio hasta donde se dirige es el “fin” de la “calle”, el fin de un camino, de un andar que se cuantifica señalando un límite, un hasta ahí. El “hasta”, según Di Tullio, es un adverbio de grado que constituye, semántica y sintácticamente, un elemento cuantificador que modifica, generalmente, al sintagma que siga a su derecha.[13] Por lo tanto, es un “hasta” que determina, que cuantifica el final de un intento, el límite que trunca la esperanza de encontrar, porque para ello se busca y no para otra cosa. Pero, tal vez, no sólo busque “hasta el fin” lo que aquí he venido señalando [el ser amado], sino además, conjuntamente, un contacto con la universalidad del cosmos, del entorno que tiene como mundo, un intento de sentir la correspondencia con lo que tiene alrededor, porque, como afirma Octavio Paz, “el poeta lírico entabla un diálogo con el mundo; en ese diálogo hay dos situaciones extremas: una, de soledad; otra, de comunión. El poeta siempre intenta comulgar, unirse (reunirse, mejor dicho), con su objeto: su propia alma, la amada, Dios, la naturaleza…”[14] En este sentido el adverbio “hasta” señala un cierto destino un tanto vago, difuso, pero, por otro lado, marca un camino [contado, cuantificado] hacia la comunión con su objeto, condicionando al yo-poético [que en este caso se corresponde con el poeta, “poeta” en sentido aristotélico, como “creador de cosas bellas”] en su búsqueda. En otras palabras, hay una posibilidad, limitada por un “hasta”, para el re-encuentro; “el fin”, en este sentido, podría implicar más de un concepto: muerte [como liberación], encuentro o re-encuentro, el andar cíclico [donde este “fin” vuelva a ser el principio de la búsqueda en cada noche, “alta noche”], lo desconocido. En cuanto a este último concepto dice Paz que “la poesía mueve al poeta hacia lo desconocido.”[15]

Contemplando ahora globalmente lo que he venido enunciando a lo largo de todo el discurso, el énfasis en los adverbios “cuando”, “como” y “hasta” ha contribuido a la construcción de una interpretación, de una lectura en torno a la desesperación producida por la angustia de la separatidad, de la ausencia del objeto amado, por la incompletud del poeta. Los relativos “cuando” y “como” han sido los elementos que marcaron la percepción y el seguimiento de una atmósfera en la que “los aullidos de los perros se prolongan / como filamentos”, en la que “los espejos se cierran / dejando paso a tardíos fantasmas”, en la que “el reloj percute como un tambor enlutado”, esta atmósfera es “la alta noche” del poeta. Este último no tiene ya más alternativa que tomar la poesía como su único testigo, como su guía hacia su bien originario, hacia sí mismo; no tiene otra opción sino intentar superar su aislamiento creando un mundo posible, creyendo en una posibilidad, buscando entre un “cuando”, un “como” y un “hasta” que configuran su devenir, que conforman su vida; decimos entonces que quizá la poesía interfiera en el transcurrir de todos los días. “La poesía, ha dicho Rimbaud, quiere cambiar la vida.”[16]

BIBLIOGRAFÍA

- INVERSO, JULIO, Milibares de la tormenta, [poemario inédito].

- HERNÁNDEZ ALONSO, CÉSAR, Gramática funcional del Español, Editorial Gredos S. A., Madrid, España, 1986.

- DI TULLIO, ÁNGELA, Manual de Gramática del Español. Desarrollos teóricos. Ejercicios. Soluciones, EDICIAL S. A., Buenos Aires, 1997.

- PAZ, OCTAVIO, Las peras del olmo, Editorial Seix Barral S. A., Barcelona, 1986.

- FROMM, ERICH, El arte de amar, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1962.

- DE UNAMUNO, MIGUEL, Del sentimiento trágico de la vida, Espasa Calpe Argentina S. A., Buenos Aires, 1937.

- BARTHES, ROLAND, Fragmentos de un discurso amoroso, Siglo Veintiuno Editores S. A., México, 1993.




[1] HERNÁNDEZ ALONSO, CÉSAR, Gramática funcional del Español, Editorial Gredos S. A., Madrid, España, 1986: pág. 484.

[2] DI TULLIO, ÁNGELA, Manual de Gramática del Español. Desarrollos teóricos. Ejercicios. Soluciones, EDICIAL S. A., Buenos Aires, 1997: pág. 145.

[3] La aclaración entre paréntesis rectos es mía.

[4] HERNÁNDEZ ALONSO, CÉSAR, Gramática funcional del Español, Editorial Gredos S. A., Madrid, España, 1986: pág. 497.

[5] BARTHES, ROLAND, Fragmentos de un discurso amoroso, Siglo Veintiuno Editores S. A., México, 1993: pág. 18.

[6] Idem.

[7] PAZ, OCTAVIO, Las peras del olmo, Editorial Seix Barral S. A., Barcelona, 1986: pág. 96.

[8] DE UNAMUNO, MIGUEL, Del sentimiento trágico de la vida, Espasa Calpe Argentina S. A., Buenos Aires, 1937: pág. 105.

[9] PAZ, OCTAVIO, Las peras del olmo, Editorial Seix Barral S. A., Barcelona, 1986: pág. 96.

[10] DI TULLIO, ÁNGELA, Manual de Gramática del Español. Desarrollos teóricos. Ejercicios. Soluciones, EDICIAL S. A., Buenos Aires, 1997.

[11] HERNÁNDEZ ALONSO, CÉSAR, Gramática funcional del Español, Editorial Gredos S. A., Madrid, España, 1986: pág. 499.

[12] FROMM, ERICH, El arte de amar, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1962: pág. 20.

[13] DI TULLIO, ÁNGELA, Manual de Gramática del Español. Desarrollos teóricos. Ejercicios. Soluciones, EDICIAL S. A., Buenos Aires, 1997.

[14] PAZ, OCTAVIO, Las peras del olmo, Editorial Seix Barral S. A., Barcelona, 1986: pág. 97.

[15] Idem.

[16] PAZ, OCTAVIO, Las peras del olmo, Editorial Seix Barral S. A., Barcelona, 1986: pág. 99.

ASFIXIA

allí espera la muerte

kon su red inevitable

/irrefutable/

y aquí nosotros

bajo lluvia y en el barro

con la luna rota en la mirada

con el deseo hecho angustia

atravesado

clavado como una espina

en la garganta

TRAICIÓN?

sumiso a un deseo

clavé un grave puñal

que no dio placer

a terceros…

llueve

LA KABRA

[uno]

recae un hombre

sobre su propio epitafio

sin suspiros que lo reklamen

sin aullidos que rueguen su regreso

[dos]

una pena

un sufrimiento

vienen como kaballos

en un trotar lento, desgarrado

[tres]

un sueño en forma de kabra

llega de pronto

y se queda

rebelde

entre unos muslos.

CHOKE

un espejo espera

sobre la fría roca de la sociedad

el ruido de una grieta

antipatriótica

un espejo

se derrama en asko

ante el Estado pestilente

todos somos sediciosos.

¿ALGO MÁS?

trepa sublevado el deseo

camina como una araña

por las paredes de una pequeña

distancia

no sólo el deseo.

3DELATARDE

Siento que tu silencio

me oye

me eskucha

hablar[te]

que mi mirada

se muere

en el intento. . .

AGNICIÓN

Desperté

el agua estaba estancada

como lágrimas de muertos

y a vos no pude

encontrarte

tus huellas me lo impidieron.